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Por amor a la verdad y en el afán de sacarla a luz, se
discutirán en Wittenberg las siguientes proposiciones bajo la
presidencia
del R. P. Martín Lutero, Maestro en Artes y en Sagrada
Escritura y Profesor Ordinario de esta última disciplina en esa
localidad.
Por tal razón, ruega que los que no puedan estar presentes y
debatir oralmente con nosotros, lo hagan, aunque ausentes, por
escrito. En el nombre de nuestro Señor Jesucristo.
Amén
- Cuando nuestro Señor y Maestro Jesucristo dijo: "Haced
penitencia...", ha querido que toda la vida de los creyentes fuera
penitencia.
- Este término no puede entenderse en el sentido de la
penitencia sacramental (es decir, de aquella relacionada con la
confesión y satisfacción) que se celebra por el
ministerio de los sacerdotes.
- Sin embargo, el vocablo no apunta solamente a una penitencia
interior; antes bien, una penitencia interna es nula si no obra
exteriormente diversas mortificaciones de la carne.
- En consecuencia, subsiste la pena mientras perdura el odio al
propio yo (es decir, la verdadera penitencia interior), lo que
significa que ella continúa hasta la entrada en el reino de los
cielos.
- El Papa no quiere ni puede remitir culpa alguna, salvo aquella que
él ha impuesto, sea por su arbitrio, sea por conformidad a
los cánones.
- El Papa no puede remitir culpa alguna, sino declarando y
testimoniando que ha sido remitida por Dios, o remitiéndola con
certeza en los casos que se ha reservado. Si éstos fuesen
menospreciados, la culpa subsistirá íntegramente.
- De ningún modo Dios remite la culpa a nadie, sin que al
mismo tiempo lo humille y lo someta en todas las cosas al
sacerdote, su vicario.
- Los cánones penitenciales han sido impuestos
únicamente a los vivientes y nada debe ser impuesto a los
moribundos
basándose en los cánones.
- Por ello, el Espíritu Santo nos beneficia en la persona del
Papa, quien en sus decretos siempre hace una excepción en caso
de muerte y de necesidad.
- Mal y torpemente proceden los sacerdotes que reservan a los
moribundos penas canónicas en el purgatorio.
- Esta cizaña, cual la de transformar la pena canónica en
pena para el purgatorio, parece por cierto haber sido sembrada
mientras los obispos dormían.
- Antiguamente las penas canónicas no se imponían
después sino antes de la absolución, como prueba de la
verdadera
contrición.
- Los moribundos son absueltos de todas sus culpas a causa de la
muerte y ya son muertos para las leyes canónicas,
quedando de derecho exentos de ellas.
- Una pureza o caridad imperfectas traen consigo para el moribundo,
necesariamente, gran miedo; el cual es tanto mayor
cuanto menor sean aquéllas.
- Este temor y horror son suficientes por sí solos (por no
hablar de otras cosas) para constituir la pena del purgatorio, puesto
que están muy cerca del horror de la desesperación.
- Al parecer, el infierno, el purgatorio y el cielo difieren entre
sí como la desesperación, la cuasi desesperación
y al seguridad
de la salvación.
- Parece necesario para las almas del purgatorio que a medida que
disminuya el horror, aumente la caridad.
- Y no parece probado, sea por la razón o por las Escrituras,
que estas almas estén excluidas del estado de mérito o
del
crecimiento en la caridad.
- Y tampoco parece probado que las almas en el purgatorio, al menos
en su totalidad, tengan plena certeza de su
bienaventuranza ni aún en el caso de que nosotros podamos estar
completamente seguros de ello.
- Por tanto, cuando el Papa habla de remisión plenaria de
todas las penas, significa simplemente el perdón de todas
ellas,
sino solamente el de aquellas que él mismo impuso.
- En consecuencia, yerran aquellos predicadores de indulgencias que
afirman que el hombre es absuelto a la vez que salvo
de toda pena, a causa de las indulgencias del Papa.
- De modo que el Papa no remite pena alguna a las almas del
purgatorio que, según los cánones, ellas debían
haber pagado
en esta vida.
- Si a alguien se le puede conceder en todo sentido una
remisión de todas las penas, es seguro que ello solamente puede
otorgarse a los más perfectos, es decir, muy pocos.
- Por esta razón, la mayor parte de la gente es
necesariamente engañada por esa indiscriminada y jactanciosa promesa
de la
liberación de las penas.
- El poder que el Papa tiene universalmente sobre el purgatorio,
cualquier obispo o cura lo posee en particular sobre su
diócesis o parroquia.
- Muy bien procede el Papa al dar la remisión a las almas del
purgatorio, no en virtud del poder de las llaves (que no posee),
sino por vía de la intercesión.
- Mera doctrina humana predican aquellos que aseveran que tan pronto
suena la moneda que se echa en la caja, el alma sale
volando.
- Cierto es que, cuando al tintinear, la moneda cae en la caja, el
lucro y la avaricia pueden ir en aumento, más la
intercesión de
la Iglesia depende sólo de la voluntad de Dios.
- ¿Quién sabe, acaso, si todas las almas del purgatorio
desean ser redimidas? Hay que recordar lo que, según la
leyenda,
aconteció con San Severino y San Pascual.
- Nadie está seguro de la sinceridad de su propia
contrición y mucho menos de que haya obtenido la
remisión plenaria.
- Cuán raro es el hombre verdaderamente penitente, tan raro
como el que en verdad adquiere indulgencias; es decir, que el tal
es rarísimo.
- Serán eternamente condenados junto con sus maestros,
aquellos que crean estar seguros de su salvación mediante una
carta de indulgencias.
- Hemos de cuidarnos mucho de aquellos que afirman que las
indulgencias del Papa son el inestimable don divino por el cual
el hombre es reconciliado con Dios.
- Pues aquellas gracias de perdón sólo se refieren a
las penas de la satisfacción sacramental, las cuales han sido
establecidas por los hombres.
- Predican una doctrina anticristiana aquellos que enseñan que no es
necesaria la contrición para los que rescatan almas o
confessionalia.
- Cualquier cristiano verdaderamente arrepentido tiene derecho a la
remisión plenaria de pena y culpa, aun sin carta de
indulgencias.
- Cualquier cristiano verdadero, sea que esté vivo o muerto,
tiene participación en todos lo bienes de Cristo y de la
Iglesia;
esta participación le ha sido concedida por Dios, aun sin
cartas de indulgencias.
- No obstante, la remisión y la participación
otorgadas por el Papa no han de menospreciarse en manera alguna,
porque,
como ya he dicho, constituyen un anuncio de la remisión divina.
- Es dificilísimo hasta para los teólogos más
brillantes, ensalzar al mismo tiempo, ante el pueblo. La prodigalidad
de las
indulgencias y la verdad de la contrición.
- La verdadera contrición busca y ama las penas, pero la
profusión de las indulgencias relaja y hace que las penas sean
odiadas; por lo menos, da ocasión para ello.
- Las indulgencias apostólicas deben predicarse con cautela
para que el pueblo no crea equivocadamente que deban ser
preferidas a las demás buenas obras de caridad.
- Debe enseñarse a los cristianos que no es la intención del
Papa, en manera alguna, que la compra de indulgencias se
compare con las obras de misericordia.
- Hay que instruir a los cristianos que aquel que socorre al pobre o
ayuda al indigente, realiza una obra mayor que si
comprase indulgencias.
- Porque la caridad crece por la obra de caridad y el hombre llega a
ser mejor; en cambio, no lo es por las indulgencias, sino
a lo mas, liberado de la pena.
- Debe enseñarse a los cristianos que el que ve a un indigente y,
sin prestarle atención, da su dinero para comprar
indulgencias, lo que obtiene en verdad no son las indulgencias
papales, sino la indignación de Dios.
- Debe enseñarse a los cristianos que, si no son colmados de bienes
superfluos, están obligados a retener lo necesario para
su casa y de ningún modo derrocharlo en indulgencias.
- Debe enseñarse a los cristianos que la compra de indulgencias
queda librada a la propia voluntad y no constituye
obligación.
- Se debe enseñar a los cristianos que, al otorgar indulgencias, el
Papa tanto más necesita cuanto desea una oración
ferviente por su persona, antes que dinero en efectivo.
- Hay que enseñar a los cristianos que las indulgencias papales son
útiles si en ellas no ponen su confianza, pero muy
nocivas si, a causa de ellas, pierden el temor de Dios.
- Debe enseñarse a los cristianos que si el Papa conociera las
exacciones de los predicadores de indulgencias, preferiría
que la basílica de San Pedro se redujese a cenizas antes que
construirla con la piel, la carne y los huesos de sus ovejas.
- Debe enseñarse a los cristianos que el Papa estaría
dispuesto, como es su deber, a dar de su peculio a muchísimos
de
aquellos a los cuales los pregoneros de indulgencias sonsacaron el
dinero aun cuando para ello tuviera que vender la basílica
de San Pedro, si fuera menester.
- Vana es la confianza en la salvación por medio de una carta
de indulgencias, aunque el comisario y hasta el mismo Papa
pusieran su misma alma como prenda.
- Son enemigos de Cristo y del Papa los que, para predicar
indulgencias, ordenan suspender por completo la predicación de
la palabra de Dios en otras iglesias.
- Oféndese a la palabra de Dios, cuando en un mismo
sermón se dedica tanto o más tiempo a las indulgencias
que a ella.
- Ha de ser la intención del Papa que si las indulgencias
(que muy poco significan) se celebran con una campana, una
procesión y una ceremonia, el evangelio (que es lo más
importante)deba predicarse con cien campanas, cien procesiones y
cien ceremonias.
- Los tesoros de la iglesia, de donde el Papa distribuye las
indulgencias, no son ni suficientemente mencionados ni conocidos
entre el pueblo de Dios.
- Que en todo caso no son temporales resulta evidente por el hecho
de que muchos de los pregoneros no los derrochan, sino
más bien los atesoran.
- Tampoco son los méritos de Cristo y de los santos, porque
éstos siempre obran, sin la intervención del Papa, la
gracia del
hombre interior y la cruz, la muerte y el infierno del hombre
exterior.
- San Lorenzo dijo que los tesoros de la iglesia eran los pobres,
mas hablaba usando el término en el sentido de su época.
- No hablamos exageradamente si afirmamos que las llaves de la
iglesia (donadas por el mérito de Cristo) constituyen ese
tesoro.
- Esta claro, pues, que para la remisión de las penas y de
los casos reservados, basta con la sola potestad del Papa.
- El verdadero tesoro de la iglesia es el sacrosanto evangelio de la
gloria y de la gracia de Dios.
- Empero este tesoro es, con razón, muy odiado, puesto que
hace que los primeros sean postreros.
- En cambio, el tesoro de las indulgencias, con razón, es
sumamente grato, porque hace que los postreros sean primeros.
- Por ello, los tesoros del evangelio son redes con las cuales en
otros tiempos se pescaban a hombres poseedores de
bienes.
- Los tesoros de las indulgencias son redes con las cuales ahora se
pescan las riquezas de los hombres.
- Respecto a las indulgencias que los predicadores pregonan con
gracias máximas, se entiende que efectivamente lo son en
cuanto proporcionan ganancias.
- No obstante, son las gracias más pequeñas en
comparación con la gracia de Dios y la piedad de la cruz.
- Los obispos y curas están obligados a admitir con toda
reverencia a los comisarios de las indulgencias apostólicas.
- Pero tienen el deber aún más de vigilar con todos
sus ojos y escuchar con todos sus oídos, para que esos hombres
no
prediquen sus propios ensueños en lugar de lo que el Papa les ha
encomendado.
- Quién habla contra la verdad de las indulgencias
apostólicas, sea anatema y maldito.
- Mas quien se preocupa por los excesos y demasías verbales
de los predicadores de indulgencias, sea bendito.
- Así como el Papa justamente fulmina excomunión
contra los que maquinan algo, con cualquier artimaña de venta en
perjuicio
de las indulgencias.
- Tanto más trata de condenar a los que bajo el pretexto de
las indulgencias, intrigan en perjuicio de la caridad y la verdad.
- Es un disparate pensar que las indulgencias del Papa sean tan
eficaces como para que puedan absolver, para hablar de
algo imposible, a un hombre que haya violado a la madre de Dios.
- Decimos por el contrario, que las indulgencias papales no pueden
borrar el más leve de los pecados veniales, en concierne
a la culpa.
- Afirmar que si San Pedro fuese Papa hoy, no podría conceder
mayores gracias, constituye una blasfemia contra San Pedro y
el Papa.
- Sostenemos, por el contrario, que el actual Papa, como cualquier
otro, dispone de mayores gracias, saber: el evangelio, las
virtudes espirituales, los dones de sanidad, etc., como se dice en 1ª
de Corintios 12.
- Es blasfemia aseverar que la cruz con las armas papales
llamativamente erecta, equivale a la cruz de Cristo.
- Tendrán que rendir cuenta los obispos, curas y
teólogos, al permitir que charlas tales se propongan al pueblo.
- Esta arbitraria predicación de indulgencias hace que ni
siquiera, aun para personas cultas, resulte fácil salvar el
respeto que
se debe al Papa, frente a las calumnias o preguntas indudablemente
sutiles de los laicos.
- Por ejemplo: ¿Por qué el Papa no vacía el purgatorio
a causa de la santísima caridad y la muy apremiante necesidad
de las
almas, lo cual sería la más justa de todas las razones
si él redime un número infinito de almas a causa del muy
miserable dinero
para la construcción de la basílica, lo cual es un
motivo completamente insignificante?
- Del mismo modo: ¿Por qué subsisten las misas y aniversarios
por los difuntos y por qué el Papa no devuelve o permite
retirar las fundaciones instituidas en beneficio de ellos, puesto que
ya no es justo orar por los redimidos?
- Del mismo modo: ¿Qué es esta nueva piedad de Dios y del
Papa, según la cual conceden al impío y enemigo de Dios,
por
medio del dinero, redimir un alma pía y amiga de Dios, y por
que no la redimen más bien, a causa de la necesidad, por
gratuita
caridad hacia esa misma alma pía y amada?
- Del mismo modo: ¿Por qué los cánones penitenciales
que de hecho y por el desuso desde hace tiempo están abrogados
y
muertos como tales, se satisfacen no obstante hasta hoy por la
concesión de indulgencias, como si estuviesen en plena
vigencia?
- Del mismo modo: ¿Por qué el Papa, cuya fortuna es hoy
más abundante que la de los más opulentos ricos, no
construye tan
sólo una basílica de San Pedro de su propio dinero, en
lugar de hacerlo con el de los pobres creyentes?
- Del mismo modo: ¿Qué es lo que remite el Papa y qué
participación concede a los que por una perfecta
contrición tienen ya
derecho a una remisión y participación plenarias?
- Del mismo modo: ¿Que bien mayor podría hacerse a la iglesia
si el Papa, como lo hace ahora una vez, concediese estas
remisiones y participaciones cien veces por día a cualquiera de
los creyentes?
- Dado que el Papa, por medio de sus indulgencias, busca más
la salvación de las almas que el dinero, ¿por qué
suspende
las cartas e indulgencias ya anteriormente concedidas, si son
igualmente eficaces?
- Reprimir estos sagaces argumentos de los laicos sólo por la
fuerza, sin desvirtuarlos con razones, significa exponer a la
Iglesia y al Papa a la burla de sus enemigos y contribuir a la
desdicha de los cristianos.
- Por tanto, si las indulgencias se predicasen según el
espíritu y la intención del Papa, todas esas objeciones
se resolverían
con facilidad o más bien no existirían.
- Que se vayan, pues todos aquellos profetas que dicen al pueblo de
Cristo: "Paz, paz"; y no hay paz.
- Que prosperen todos aquellos profetas que dicen al pueblo: "Cruz,
cruz" y no hay cruz.
- Es menester exhortar a los cristianos que se esfuercen por seguir
a Cristo, su cabeza, a través de penas, muertes e infierno.
- Y a confiar en que entrarán al cielo a través de
muchas tribulaciones, antes que por la ilusoria seguridad de paz.
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