La situación política

Desde el siglo XV, la situación política del Sacro Imperio Romano Germano estaba marcada por claros signos de decadencia.

Amenazas exteriores

En su parte noroeste, el Estado de la Orden Teutónica debía vasallaje al rey polaco, pero estaba ligado al emperador. Esto causó complicaciones que finalmente llevaron a que partes del Estado de la Orden Teutónica fuesen sometidas por Polonia.
La homogeneidad de Europa se quebró debido a las fuertes tendencias nacionalistas de distintos estados. Sobre todo Francia y Espaņa se convirtieron en poderosas naciones autónomas. Los conflictos de Carlos V con Francia durante la primera década de la Reforma, debilitó el poderío político interno del emperador, dándole a la Reforma la oportunidad de consolidarse.

Lo mismo vale para el enfrentamiento con el expansivo imperio otomán. En 1453 había caído Constantinopla, lo que fue sólo un hito en el extraordinario despliegue de poder de los turcos.
Después de numerosas conquistas en Asia Menor, el imperio turco comenzó a extenderse hacia occidente. La región del bajo Danubio (actual Hungría), gran parte de los países del Mediterráneo y del norte de Africa ya habían sido conquistados o por lo menos se habían convertido en una zona de roce entre los turcos y los emperadores de Habsburgo.

La debilidad interna

En definitiva, también la cambiante situación política interna contribuyó a la crítica situación del imperio. La unidad del estado cristiano, de facto ya se había disuelto en varios siglos de conflictos entre los emperadores y los papas.

La reforma del imperio por Maximiliano

Ahora, el emperador Maximiliano trató de frenar la desintegración del imperio. Entre sus medidas destaca la creación (1599) de un gobierno de 20 políticos, presidido por el emperador, compuesto por dos representantes de la corte imperial, más 17 representantes de los príncipes y los estamentos. Maximiliano I, durante cuyo gobierno (1493-1519) se realizaron las reformas, es considerado por la historia como el último caballero entre los emperadores alemanes, y como mecenas de los Humanistas.

El Edicto de Worms

A pesar de todo, el dualismo emperador-príncipes se mantuvo. Prueba de ello es que, en 1521, el emperador - entretanto Carlos V - tenía el derecho a proclamar decretos. Aquí cabe mencionar el Edicto de Worms que proscribió a Lutero, poniéndolo fuera de la ley y autorizando a cualquiera a matarlo sin tener que temer sanciones.
Sin embargo, para llevar a efecto este edicto, que además debía impedir la propagación de la reforma, era necesaria la aprobación de los príncipes. Entonces, el Edicto de Worms debía ser aplicado por el colegio de gobierno, pero como los príncipes no lo ratificaban, el asunto se fue postergando de dieta en dieta, hasta que finalmente la Dieta de Espira (Speyer) autorizó a los soberanos a decidir individualmente sobre si aplicaban o no el edicto en cuestión.

De ese modo se creó el espacio donde el fenómeno histórico y teológico de la Reforma se pudo propagar. La Reforma pudo sobrevivir.